juanka linati

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Al día siguiente ya no había vergüenza, al contrario ahora reinaba en el aire una total complicidad. Al ser sábado la empleada tenía su día de descanso, así que nos tocó preparar el desayuno. No era tarea difícil pues ambos sabíamos cocinar. Cuando desperté el seguía pegado a mi espalda, pero completamente relajado y dormido, sin embargo me había movido y él despertado. Nos dimos los buenos días y simplemente bajamos a preparar el desayuno, mas no podía despegar mis ojos de su pijama. Su camisa y pantaloneta tenían rastros de semen seco, al igual que mi blusa con la cual había limpiado mi mano.

-¿Qué estás mirando, ángel?- al escucho el apodo con el que siempre me había llamado mi cuerpo reaccionó y me sonrojé sin quererlo. Encogí mis hombros y seguí comiendo tomando un trozo de pan entre mis dedos y llevándolo a mi boca sonriendo. Él mientras, me seguía mirando fijamente cosa que me hizo ruborizar un poco más.

-No estaba mirando nada… bueno, sí.- Negué sonriendo para mí misma y al terminar mi desayuno dejé los platos en el fregadera. Cuando volví mi cuerpo choqué con el cuerpo de mi hermano. Era mucho más alto, así que mi rostro quedó viendo su masculino pecho. –Ops…- Dije con cuidado mientras levantaba mi mirada hacia la de él.

-¿Te gustó lo que hicimos anoche?- Murmuró sin dejar de mirarme mientras yo subía mis manos dejándolas sobre sus hombros con cuidado. No era necesario mentir. Él era el hombre que siempre me dio seguridad. Siempre estuvo para mí cuando nuestro papá no estaba, así que sonriendo asentí.

-Sí, me encantó lo que hicimos anoche.- Respondí en voz alta y todo se hizo aún más real. Aclaré mi garganta viendo su rostro el cual mostraba una sonrisa un tanto perversa. Lamí mis labios de forma totalmente inconsciente y mi cuerpo tomó el control de ahí en adelante. Me levanté en la punta de mis pies sosteniéndome con fuerza de sus hombros y uní mis labios húmedos a los suyos. Al principio solo era la unión de nuestros labios, pero pronto se convirtió en un húmedo beso. Nuestras lenguas le unían y separaban sin cesar. Él mordía mis labios. Yo mordía los de él. Él apretaba mi cintura. Yo apretaba sus hombros.

Pero siempre hay algo que interrumpe un momento mágico. El timbre de la casa sonó y la maldición que soltó mi hermano lo dijo todo. Lo incité a abrir la puerta mientras lavaba los trastes y los secaba. Al no verlo cerca cuando acabé me fui a mi habitación y busqué la ropa con la que me iba a vestir. Me duché en pocos minutos al no tener que lavar mi cabello y cuando salí solté un grito al verlo sentado sobre mi cama, pues no me lo esperaba. Lo fulminé con la mirada mientras me inclinaba y golpeaba con mi mano abierta su brazo.

-¡Idiota! No me asustes de esa forma. ¿Quién era?- Pregunté mientras sostenía la toalla en medio de mis pechos.

-Nadie importante. Vendedores. Pero vine a terminar lo que empezamos abajo.- Su voz tenía un sonido ronco que nunca había escuchado en él. Me volví a sonrojar y aclaré mi garganta pero sin quitar en ningún instante mi mirada de la suya.

-¿Empezamos algo?- No me reconocía, nunca había sido así de incitadora y la voz coqueta que salía de mi boca no era la mía.

-Sí. Ven aquí, ángel.- Dijo mi hermano mientras tiraba de una punta de mi toalla. Había algo en su voz que me hizo obedecer y sin pensarlo subí un poco la toalla para sentarme ahorcajadas sobre sus piernas, dejando las mías a cada lado de las suyas.

-¿Vamos a empezar otra vez?- Comenté mientras a través de la fina tela de la toalla se sentía una caliente erección pulsando. Mordí mi mejilla por dentro sin decir nada más y me tomó por sorpresa el beso arrollador que llegó de su parte.

Su boca exploraba la mía sin cesar. Los suaves gemidos de su parte no se hicieron esperar al tiempo que los míos se iban uniendo. Su camisa desapareció interrumpiendo el beso por algunos segundos. No era un chico atlético, pero su complexión hacia parecer que si. Pronto la toalla fue jalada de mi cuerpo quedando completamente desnuda y se podría decir que a su merced. Empecé a mover mi cadera como había visto en tantos videos por internet haciendo que nuestros gemidos fueran más audibles pues friccionaba sobre su erección la cual estaba separada de mi vagina solo por la tela de su pantaloneta.

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Lo empujé hacia atrás haciendo que se acostara sobre mi cama mientras yo tomaba un poco el control. Sabía que él tenía mucha experiencia pues había salido con chicas desde siempre, así que agradecí que soportara mi inexperiencia. Aun con nuestros labios unidos llevé una de mis manos a su pantaloneta y saqué su erección acariciándola como había aprendido la noche anterior, de arriba abajo haciendo cierta presión que por el sonido de sus gemidos sabía que le gustaba. Una mano cubrió la mía y sonriendo en el beso sentí como su glande encontraba mi clítoris y su mano cubriendo la mía hacia que lo acariciara sintiendo un placer que jamás había sentido. Mordí sus labios una vez más al sentirlo convirtiendo mis gemidos en gritos.

-¿Te gusta… ángel?- Su voz estaba entrecortada por el momento y la excitación pero manteniendo cerrados mis ojos solo asentí pues no sabría si al abrir mi boca pudiera salir un grito aún mayor. -¿Eres virgen?-

Aquella pregunta me tomó por sorpresa y asentí soltando mi mano de su pene y escondiendo mi rostro en el hueco de su cuello y hombro, aspirando una y otra vez su esencia.

-¿Te gustaría que yo fuera el primero?- Murmuró con un toque dulce en su voz pero su pregunta me hizo reflexionar. ¿Quién mejor que él para darle mi virginidad? No se la había dado a un juguete. Él sería alguien real. Alguien que me amaba con el alma. Así que asentí mientras levantaba mi rostro y lo miraba a los ojos luego de un corto beso.

-Sí, quiero que seas tu el primero, cielo.- Susurré con un poco de miedo cerrando mis ojos una vez más. Sentí el cambio de posición y al abrir los ojos estaba de espaldas a la cama mientras él estaba sobre mí. Sonreí sin poder evitarlo y fruncí el ceño al ver que bajaba su cabeza. La sorpresa aun mayor la tuve cuando sentí su lengua jugando por primera vez con mis pezones. Me agarré de las mantas a mis lados cerrando los ojos y arqueando mi espalda.

-Oohhh… Dios…

-No soy Dios, ángel. Pero te llevaré al cielo.- Reí suave ante esa frase de película pero aquella risa fue interrumpida por un jadeo cuando sentí como su boca succionó mi pezón torturándolo una y otra vez. Cuando éste estuvo sensible, duro y húmedo fue turno del otro. Con ambos pezones sensibles al toque y al aire dejé descansar una vez más mi espalda sobre el colchón sintiendo como sus suaves besos bajaban por mi abdomen llegando pronto a mi clítoris el cuál fue succionado con fuerza, cosa que me hizo gritar de placer.

-Ohhh…aaah…oooh…- sentí su lengua llegando a mi vagina hurgando en ella y luego bajando hasta mi ano. Sentía cada una de las terminaciones nerviosas de mi sexo activadas. Cada poro de mi cuerpo estaba húmedo por el sudor. Mi vagina chorreaba flujos sin parar por la excitación y con un último lametazo sobre mi clítoris llegué al orgasmo. Arqueé de nuevo mi espalda. Apreté más fuerte mis puños e intenté cerrar mis piernas pero sus manos lo impidieron. Vi estrellas con mis ojos cerrados mientras sentía como todo en mi interior palpitada.

Segundos después sentí los suaves besos de mi hermano sobre mis labios. Como lo esperaba era suave y tierno. Besó todo mi rostro y me hizo sonreír una vez más.

-¿Estás lista?- Susurró con dulzura al tiempo que asentí. Sabía que iba a doler, pero mi hermano tenía toda mi confianza, de seguro iba a ser una experiencia memorable. Sentí su estómago desnudo sobre el mío, sus manos a cada lado de mi cabeza. Su rostro sobre el mío. Sus caderas se acomodaron entre las mías y volví a sentir el familiar glande sobre mi clítoris. Empecé a gemir nuevamente por algunos segundos antes de quedarme tranquila y relajada. Había oído que debía relajarme para que doliera menos la penetración, ayudado de que estaba completamente empapada por mis flujos gracias a mi anterior orgasmo.

Su glande pronto estuvo en la entrada de mi vagina. Agarré sus antebrazos con fuerza con mis dedos y asentí sintiendo como empezaba a impulsarse hacia delante estirándome por completo. Cerré mis ojos aguantando la respiración sintiendo su grosor penetrarme para luego sentir un fuerte dolor dentro de mí. Lagrimas escurrían de mis ojos pero no me atrevía a moverme pues el dolor se sentía por toda mi pelvis. Luego escuché un gemido de su parte y supe que estaba completamente ajustado en mi interior. Sus besos llenaban mis ojos y palabras tranquilizantes salían de su boca mientras mi interior se acostumbraba a él. Abrí mis ojos llorosos y pedí uno de sus besos al cual no se negó. Sentía su cuerpo relajado sobre el mío y su peso me dio más fuerza. Apoyé mis pies sobre la sabana y empecé a mover un poco mi cadera en círculos incitándolo a moverse. Aun sentía dolor pero poco a poco iba menguando.

Mi hermano empezó a moverse adelante y atrás con suavidad, me concentré en escuchar sus gemidos, cerrando mis ojos y dejándome llevar. No me di cuenta en qué momento su boca estuvo en mis pezones haciendo con esto que mis caderas se relajaran un poco más, sus movimientos poco a poco empezaron a ser más rápidos, se deslizaba con facilidad por mi vagina y lo sentía por completo con todas mis paredes vaginales.

Cerré mis ojos y escuché su gemido ronco cuando eyaculó dentro de mí. No me importaba pues tomaba píldoras para regular mis periodos así que acaricié su espalda sintiendo como su esperma caliente inundaba mi interior. Pasé mis uñas por su espalda sintiendo los últimos empujes contra mí haciendo que me impulsara un poco hacia arriba.

Poco a poco fui abriendo mis ojos viendo su hermoso rostro sonriente sobre el mío. Llevó sus dedos a mis ojos y poco a poco fue limpiando el resto de mis lágrimas.

-Sé que no te gustó.- Susurró mientras seguía limpiando mis lágrimas. Era cierto, no fue agradable. –Pero las siguientes serán mejores, lo prometo ángel.- Sus últimas palabras hicieron que frunciera el ceño una vez más.

-¿La próxima vez?- Murmuré con algo de inseguridad mientras llevaba mis manos a su rostro y acariciaba su barba de dos días.

-Claro ángel. No creerás que esta fue nuestra única vez juntos, ¿o sí?- Negué, pues quería muchas veces más con él. Quería aprender con él. Aprender a sentir placer con un hombre, me encogí de hombros y recordé una importante cuestión.

-Cielo, ¿y tu novia?- Pregunté un tanto insegura y haciendo una mueca de dolor al sentir como se liberaba de mi interior. La pregunta se quedó en el aire cuando lo vi dirigirse al baño, quedé desolada sobre mi cama viendo hacia el techo hasta que sentí una toalla húmeda caliente entre mis piernas. Las cerré por reflejo pero sus manos me incitaron a abrirlas. Me relajé al sentir un alivio entre mis piernas y dejé que me atendiera. Luego me hizo levantar y cambió de sabanas pues la otra había quedado manchada para después volver a acostarnos como habíamos pasado la noche, pero desnudos ésta vez.

-Ya pensaremos en eso, ángel.

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